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Barcelona quiere deshacerse de los fumadores de cannabis

Desde este verano y el anuncio del cierre forzoso de 30 clubes cannábicos de Barcelona, ​​el resto de establecimientos se encuentran bajo presión.

testimonia amargamente Romain*, propietario francés de un club de cannabis en el Born. Desde el nombramiento de Albert Batlle como adjunto de seguridad del ayuntamiento en junio de 2023, los lugares de consumo como el suyo han estado bajo una presión constante. Y como otros, el directivo no se sintió tranquilo por las recientes decisiones judiciales.

Según la ley, el consumo de cannabis es legal, pero sólo dentro de un marco muy limitado: las asociaciones deben reunir a un número limitado de miembros, producir sólo para su propio consumo y su objetivo no debe ser lucrativo. De hecho, los clubes no respetan estas normas y venden drogas libremente. Para contrarrestar estos excesos, Albert Batlle hizo su sacerdocio el cierre de los 212 clubes de la capital condal. El pasado mes de julio, inició su plan obligando a cerrar 30 clubes de la ciudad. Para forzar su cierre, había reforzado la vigilancia enInterceptar a los socios, comprobar si compraban marihuana en el local, si también la consumían, si eran socios reales o no… Todo ello constituía casos sólidos para obligar a los 30 clubes incriminados a cerrar sus tiendas.

La relación de Barcelona con la marihuana es compleja: ¿permitida, no permitida? Una zona gris que desconcierta a los fumadores que acuden allí. , testimonia Laura*, una joven mexicano-catalana que vive en Barcelona desde hace tres años. Cuando se unió a este club, justo enfrente de la Sagrada Familia -por 10 euros y por recomendación de un socio, como practican la mayoría de estos lugares-, ella misma no estaba segura de estar en él. Una falta de información deseada por las marcas, que aseguran que su existencia sigue siendo, si no secreta, al menos discreta. Para permanecer fuera del radar y dentro de una cierta legalidad, los locales de estos clubes son casi invisibles para los no iniciados: no hay carteles sino una sección del edificio como cualquier otra, con una simple cámara que permite a los empleados ver quién entra en el vestíbulo y si abrir o no la puerta.

Cierres vinculados a la política anti-turismo low cost del ayuntamiento

Aunque sean discretos, estos lugares no están a salvo de la caza iniciada por el ayuntamiento, y esto a veces no disgusta ni siquiera a los fumadores. Para Cédric*, un fumador muy habitual que vive en Barcelona desde hace 5 años, el cierre de estos locales que frecuenta asiduamente no sería un desastre. Cualquiera que diga que consume el doble desde que está aquí cree que

La otra parte de estos lugares es su aspecto social. Cédric* va allí a jugar al billar o al ajedrez con otros miembros, locales, pero no sólo. Porque aunque los turistas no sean necesariamente los clientes más populares allí, se les tolera, con reservas. En determinados establecimientos, cuando los socios que acreditan su residencia en la capital del condado sólo pagan 10 euros de afiliación (que se les reembolsa posteriormente), los turistas pagan 15 euros no reembolsados. Una técnica para mantenerlos alejados que pretende evitar atraer la ira del ayuntamiento de Jaume Collboni, que quiere más que nada impedir que la influencia turística de Barcelona pase por allí. Collboni ya no quiere el turismo low cost de las discotecas y los clubs de marihuana, y esa es la misión de Albert Batlle que ya está en marcha.