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Cuando los turistas ingleses descubrieron Barcelona en 1933

En 1933, el periodista catalán Domènec Pallerola i Munni, decía Domènec de Bellmunt” (1903-1993), publicado en la revista L’Opinió” una serie de reportajes. En la del 8 de julio se infiltra en un grupo de turistas británicos que descubren Barcelona por primera vez…

“Soy un turista descubriendo Barcelona…”

Por el Paral·lel, todavía somnolientos por la fiesta que acabó de madrugadaentramos en las Rondas, dirección Plaza de la Universitat. El guía, de pie en el autobús, de espaldas al volante y de cara a los turistas, nos explica que el Paral·lel es el barrio feliz de la ciudad: Mis compañeros británicos, con pantalones de golf y narices rojas, abren mucho los ojos mientras intentan escucharlo. (…) Luego volvemos a subir Las Rondas sin que el guía nos señale nada interesante. La Universidad no despierta ningún entusiasmo. Nos dirigimos directamente a la Plaza de Cataluña.

Al llegar a la plaza, mis compañeros turistas dan muestras evidentes de admiración. Les llaman la atención las palomas y el sonido del grupo de niños que allí resuena. (…) Mis ingleses quieren comprar maíz para dárselo a las palomas. Según ellos, son los mejores amigos del mundo. Las palomas se suben a sus brazos, a sus cabezas, a sus manos y gritan locas de alegría. Luego se enojan porque unos idiotas, a modo de broma, pasan por en medio del grupo ahuyentando a los bichos, y de camino al auto notan con disgusto que la arena de la magnífica plaza está cubierta con la saliva de los maleducados. . Entre mitad de la Plaza y el autobús, nos invade media docena de mendigos pesados ​​y pegajosos como muérdago. (…) Bajamos por Via Laietana y entramos en la calle Jaume I de la Plaza de la República, donde paramos una hora para visitar el Barrio Gótico, es decir, la Catedral, “”, “”, ”,”, la Plaza del Rey y el Palau de la Generalitat…

Estoy seguro de que muchos barceloneses no conocen las innumerables bellezas del Barrio Gótico. Mejor aún, estoy seguro de que los turistas que descubren Barcelona saben más sobre Barcelona que los propios catalanes. ¡Cuántos ciudadanos no han visitado todavía el antiguo Palau de la Generalitat con la atención que se merece! (…) Mis compañeros se preparan para visitar una de las joyas góticas de la casa: la capilla de Sant Jordi. La devoción a este santo –dice el guía– se remonta a la época de los cruzados, que llevaron la fama del santo caballero a las cortes catalano-aragonesas. (…) La portada gótica es una maravilla de gracia y gusto. Entramos en la pequeña capilla y admiramos el formidable retablo para cuya construcción se utilizaron 200 kilos de plata. (…) Vemos bajo el palio de plata del altar los magníficos relicarios de oro y plata que contienen un trozo del fémur de Sant Jordi. Como la guardia nos toma por personas de calidad, nos muestra el tesoro del santo así como una grandiosa arca iluminada e indestructible, en la que se guardan algunos relicarios que valen una fortuna y en la que se encuentran otras muchas maravillas artísticas…»