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Cómo España se ha convertido en un destino celestial gracias a Instagram

Un par de sonrisas frente a una catedral. Una mujer joven inmortaliza una selfie, una tapa en la mano. Un grupo de amigos tiene lugar en medio de un lugar pavimentado. Estas escenas en España, vistas miles de veces en Instagram, no son simples recuerdos de vacaciones: participan en la construcción, píxeles tras píxel, la imagen colectiva de un destino turístico.

Con sus 1.300 millones de usuarios activos y hashtags como #travel que superan los 680 millones de publicaciones, Instagram se ha convertido en el escaparate esencial para el turismo contemporáneo. Pero hasta hace poco, una pregunta permaneció sin respuesta: ¿cuáles son las imágenes que realmente capturan? ¿Qué tipos de tomas despiertan la mayor cantidad de interacciones? ¿Una foto compartida por un turista se percibe de manera diferente a la publicada por un residente?

Para responder a estas preguntas, un equipo de investigadores analizó unas 150,000 publicaciones de 43,000 usuarios anónimos de Instagram. Después de filtrar, casi 27,000 publicaciones ubicadas en la ciudad española de León, una de las principales etapas del Chemin de Saint-Jacques, se proyectaron. Gracias a la inteligencia artificial, el contenido visual y textual de cada imagen ha sido diseccionado: ¿Qué muestra la foto? ¿Quién lo publicó? ¿Cuántos me gusta y comentarios han generado?

Los resultados son tan claros como sorprendentes: las imágenes que muestran lugares emblemáticos (monumentos, callejones históricos, paisajes) desencadenan muchas más interacciones que las centradas en bares o restaurantes. Otra tendencia marcada: los clichés donde la gente aparece son más parecidas y comentadas. Ver a alguien vivir una experiencia permitiría al espectador identificarse mejor, imaginar a su vez este momento y, por lo tanto, interactuar.

La mirada del turista seduce más

Otra enseñanza: una publicación publicada por un turista tiene más impacto que una foto similar compartida por un residente. La mirada exterior más puntual parece crear más curiosidad. Y cuando la foto muestra a una persona, el efecto todavía se amplifica si el autor es un visitante.

Esto no significa que los lugareños estén ausentes de esta construcción visual. Por el contrario, ayudan activamente a dibujar la cara digital de su ciudad. Pero su mirada parece despertar una forma de compromiso diferente, más íntima y menos idealizada.

Una oportunidad para los territorios

En este contexto, cada usuario de Instagram se convierte, sin saberlo, en un agente de marketing territorial. Sus publicaciones influyen en los deseos y percepciones de miles de futuros viajeros. Una realidad que abre la puerta a nuevas estrategias: ¿Qué pasa si las comunidades alentaron la difusión de ciertos tipos de imágenes? ¿Qué pasaría si pensara el espacio urbano como una decoración para fotografiar, con puntos de selfie fuera de las áreas saturadas? ¿Qué pasa si invitaron a los residentes a mostrar su ciudad de acuerdo con sus propios ojos?

Hoy, una foto puede activar un viaje. Comprender lo que afecta, lo que inspira, lo que se involucra, se vuelve esencial para hacer que los destinos sean más visibles, pero también más responsables. No se trata de dictar qué publicar, sino de pensar juntos sobre el poder que tiene cada imagen.

Porque detrás de cada «me gusta», una visión del mundo toma forma. A veces fiel. A veces soñado. Pero siempre influyente.


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