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Cuando el 10% de los barceloneses eran esclavos

Barcelona fue una ciudad importante en Europa al utilizar esclavos en su economía. Una mirada retrospectiva a una época poco conocida.

España fue el último país de Europa en erradicar la esclavitud. En 1833 y 1848, Inglaterra y Francia, respectivamente, abolieron la práctica. Habría que esperar hasta 1865 en España. Y Cataluña, que muchas veces quiere ser diferente del país, no se ha quedado al margen de esta cruel práctica. Los puertos de Londres, La Rochelle, Ámsterdam y de toda Europa han visto desembarcar a mujeres, hombres y niños encadenados. Barcelona fue también escenario de recepción de barcos negreros y otras galeras.

En Cataluña, el fenómeno comenzó en los siglos X y XI, pero adquirió proporciones considerables en 1320 tras el paso de la peste negra que diezmó a los trabajadores. Fue entonces cuando se importó por la fuerza mano de obra de Grecia, Turquía, Armenia o el Sahara. La ciudad tenía aproximadamente 3.500 esclavos para una población de 35.000 almas. Casi uno de cada diez barceloneses se encontraba en situación de esclavitud.

A la plaza Sant Jaume, hoy sede de la Generalitat de Cataluña y del ayuntamiento de Barcelona, ​​acudía gente para hacer el mercado de esclavos. Se podía comprar una persona humana por entre 15 y 80 libras. En comparación, una bestia de carga cuesta 20 libras al mismo tiempo. “ pudimos leer en el Diario de Barcelona el 31 de mayo de 1798. Aún hoy, en la fachada del Palau de la Generalitat, sede del gobierno catalán, podemos ver una escultura que representa a un esclavo africano.

Sin embargo, durante cuatro siglos, las personas de piel negra no fueron la mayoría de los esclavos. La situación cambió en 1789 con la legalización de la esclavitud en los territorios españoles de Cuba y las Antillas.

7557 kilómetros separan Barcelona de Cuba. Más de 30.000 personas fueron esclavizadas para comerciar en este próspero territorio. Allí nacieron fortunas catalanas, los alcoholes Barcardí, los vinos de Joan Sarda o incluso la famosa familia Güell, mecenas de Gaudí, por citar sólo los ejemplos más prestigiosos.

El momento no fue de ternura.