En Barcelona, una exposición inmersiva de Dalí para sumergirte en el surrealismo
Equinox fue a visitar la nueva exposición barcelonesa sobre el genio catalán, titulada Dalí Challenge. Entre realidad virtual, obras de culto y vídeos de todo tipo, lo menos que podemos decir es que no nos aburrimos.
¿Otra exposición sobre Salvador Dalí? Sí, pero no cualquiera. Instalada muy cerca de la Catedral de Barcelona, en el Reial Cercle Artístico desde el 13 de junio, la exposición Dalí Challenge recorre la obra y la vida del artista desde ángulos cuanto menos originales.
En el movimiento de exposiciones inmersivas muy popular hoy en día, esta nueva exposición se basa en tecnologías de vanguardia que invitan a sumergirse, muy literalmente, en el mundo de lo surrealista.
Un poco de historia y mucho arte.
La ambición de la exposición, que lleva el subtítulo “No sabes nada de mí”, es precisamente presentar a Dalí a quienes no lo conocen y revelar nuevas facetas de su carrera a quienes ya lo conocen. Para ello, se hace hincapié en la contextualización, es decir situar al artista en su tiempo para comprender mejor su obra.
Tras pasar una entrada poco atractiva decorada con algunas de las 60 obras digitalizadas de la exposición, llegamos a una especie de pasillo. Por encima de nosotros, una línea de tiempo gigante y colorida traza acontecimientos históricos (a menudo guerras) que ocurrieron durante la época de Dalí, y en el suelo otra línea de tiempo relata su vida, desde su nacimiento en Figueras en 1904 hasta su muerte, 84 años después, en el mismo ciudad.
A ambos lados del pasillo hay reproducciones de las obras del pintor. Si bien es apreciable ver pinturas que en realidad se encuentran esparcidas en diferentes museos reunidas en un solo lugar, estas reproducciones en la pantalla carecen de la veracidad y la emoción de las pinturas reales. Diremos que este es el precio de la modernidad.
La tecnología al servicio del arte, no al revés
Tras bajar una estrecha escalera, nos encontramos en la segunda parte de la exposición, inmersos en una reproducción del estudio de Dalí en Portlligat. En las paredes, múltiples retratos de Gala nos recuerdan -si lo hubiésemos olvidado- que sin Gala, Dalí no habría hecho gran cosa, y sobre todo que detrás del excéntrico había también un hombre sencillo, enamorado del mar y de su compañera.
Básicamente, un cuarto oscuro guarda muchas sorpresas. En una pantalla de cine, los vídeos ilustran las otras pasiones de Dalí: publicidad, películas, ilustraciones… La oportunidad de recordar que el español había colaborado con Hitchcock en «La casa del doctor Edwardes» en 1946, y de preguntarse qué ha sido de Lanvin. empresa chocolatera de la que había protagonizado un anuncio proclamando su famoso “Estoy loco por el chocolate Lanvin”.
Volvemos a subir para descubrir lo más destacado del espectáculo: la realidad virtual. Equipados con un casco y una máscara, sobrevolamos los paisajes queridos por el artista y luego nos transportamos al interior de sus cuadros. Hormigas gigantes y elefantes con patas de insecto nos persiguen, mientras vamos del desierto al espacio en un torbellino de imágenes gigantes. Fanfarronear.
Y si a veces la tecnología no conviene al arte, hay que admitir que en este caso concreto el surrealismo se presta perfectamente al ejercicio. Y al salir de la exposición tenemos la extraña impresión de que toda la obra de Dalí ha cobrado vida.