En España, cuando hacer deporte se convierte en un lujo
En España y especialmente en Barcelona, practicar deporte de club cuesta un ojo de la cara. Entre la autofinanciación y un fuerte arraigo cultural, las estructuras locales luchan por atraer aficionados. Descifrado.
18 medallas. Esto es lo que España trajo de los Juegos de París, que alcanzaron una puntuación media para una nación europea tan grande y económicamente estable. Y si esto es notable en el fútbol –un deporte en gran medida subsidiado que es el orgullo nacional–, como lo han demostrado las recientes competiciones internacionales, el problema reside en otros deportes, abandonados a su suerte. Entre la falta de subvenciones y la coordinación entre grandes y pequeñas estructuras, la Península Ibérica no parece lograr implementar un modelo deportivo económicamente coherente.
¿Cómo explicar este fenómeno? Esto se debe a que el gobierno español, sus regiones y los municipios no trabajan realmente de la mano, explica el profesor de derecho deportivo Alberto Palomar, de Iusport: “
España tiene una especie de política de “cada uno se vale por sí mismo” en sus deportes, por las pocas subvenciones que concede el Estado pero también por la voluntad de cada municipio o región de ser independientes. El problema es que esta independencia tiene un costo. En la capital del condado, por ejemplo, el balonmano o el rugby ofrecen licencias entre 400 y 900 euros al año.
El deporte como ancla cultural
En España, el deporte no se considera un servicio público, como ocurre en Francia, sino un servicio privado y, sobre todo, un punto de anclaje cultural regional. Por poner el ejemplo de Cataluña, esta fuerte identidad es visible a través de las redes. En estos canales, cada club promueve no sólo el deporte, sino el pueblo en el que está ubicado, cada vez con énfasis en la “familia” deportiva que lo habita. Un deseo de separarse del Estado español que crea clubes en gran medida autofinanciados, de ahí el precio exorbitante que pagan los jugadores.
Pierre-Howard, jugador de rugby de Nantes de 24 años y barcelonés de adopción, tardó un año en encontrar un club que se adaptara a sus ambiciones y a su cartera: .
E incluso si el precio es más bajo, 650 euros sigue siendo una suma considerable en un país donde el salario mínimo es de 1.134 euros brutos al mes.
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Como resultado, en Cataluña sólo el 8% de la población está inscrita en un club deportivo. Esto no quiere decir que la región no sea una ciudad deportiva, ya que es bien sabido que los catalanes y especialmente los barceloneses son muy activos. Muchos optan por hacer deporte solos o de forma gratuita como correr o andar en bicicleta. El único inconveniente es que estos deportes no siempre ofrecen la oportunidad de integrarse, especialmente cuando se es expatriado, que la vida deportiva de club permite, como atestigua Pierre-Howard: