Expatriados en España: por qué la inteligencia cultural es tu mejor activo
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Ya sea en la escuela, en el trabajo o en nuestro tiempo libre, entramos en contacto con personas de diversos orígenes culturales. La “inteligencia cultural”, que nos permite comprender y adaptarnos a diferentes códigos culturales, es un activo esencial para promover la convivencia.
¿Qué significa ser inteligente? ¿Pasar una prueba de lógica? ¿Resolver una ecuación? ¿Tener una memoria buena? La inteligencia se ha reducido durante mucho tiempo a una puntuación de coeficiente intelectual. Sin embargo, ya en las décadas de 1920 y 1940, psicólogos estadounidenses como Edward Thorndike, Louis Thurstone y Raymond Cattell ya enfatizaban la existencia de diferentes formas de inteligencia.
En los años 1980, fue otro psicólogo estadounidense, Robert Sternberg, quien propuso un enfoque que distinguía tres dimensiones complementarias: la inteligencia analítica (razonar, comparar, resolver problemas), la inteligencia creativa (imaginar, afrontar la novedad) y la inteligencia práctica (adaptarse al entorno, actuar con eficacia). Según su enfoque, ser inteligente es sobre todo saber alcanzar los objetivos de la vida, en un contexto determinado, movilizando las fortalezas y compensando las debilidades.
Interactuar en entornos multiculturales.
Es en la continuidad del trabajo de Sternberg que surgió la noción de inteligencia cultural o (CQ). Propuesto por Earley y Ang en 2003, se refiere a la capacidad de comprender las diferencias culturales, adaptarse a ellas e interactuar eficazmente en entornos multiculturales. El objetivo inicial era explicar por qué algunos expatriados tienen más éxito que otros en asignaciones internacionales. De este modo, los investigadores han identificado cuatro dimensiones complementarias de la inteligencia cultural.
La dimensión metacognitiva corresponde a la capacidad de tomar conciencia de los propios prejuicios culturales y de ajustar la forma de pensar e interactuar según el contexto. Por ejemplo, un directivo francés puede estar acostumbrado a expresar críticas de forma muy directa. Frente a interlocutores de un contexto cultural donde éstas se formulan de forma más implícita, entiende que este estilo puede percibirse como demasiado brusco. Luego revisa su enfoque para facilitar la cooperación.
La dimensión cognitiva se refiere al conocimiento general sobre otras culturas, sus normas y prácticas: saber, por ejemplo, que en Japón el intercambio de una tarjeta de visita sigue un ritual específico, que en Alemania cualquier retraso se percibe como una auténtica falta de respeto o que en España durante una reunión es un paso imprescindible antes de llegar al meollo del asunto.
La dimensión motivacional refleja el deseo y la confianza necesarios para interactuar con personas culturalmente diferentes. Lo encontramos, por ejemplo, entre los estudiantes que voluntariamente eligen unirse a un equipo internacional, incluso si esto requiere más esfuerzos de comunicación.
Finalmente, la dimensión conductual se refiere a la capacidad de adaptar concretamente los comportamientos verbales y no verbales durante una interacción intercultural. Esto puede implicar ralentizar el ritmo del habla, modular el tono de la voz o incluso ajustar la distancia con el interlocutor, según el contexto cultural.
Una habilidad esencial
Muchas investigaciones confirman los efectos positivos de la inteligencia cultural. Por ejemplo, ayuda a los expatriados a adaptarse mejor y reducir su ansiedad, mejora el liderazgo y el desempeño de equipos multiculturales o estimula la cooperación y la innovación al facilitar el intercambio de conocimientos.
Inicialmente diseñada para apoyar a los ejecutivos en misiones en el extranjero, la inteligencia cultural hoy se reconoce como una habilidad esencial en muchos contextos: en el trabajo, en la escuela, pero también en la vida diaria, dondequiera que se mezclen personas de diferentes culturas.
Las investigaciones también muestran que esta habilidad se puede aprender y desarrollar. La formación intercultural, ya sea a través de cursos, juegos de roles o simulaciones, ayuda a decodificar mejor las diferencias culturales. Dicho esto, son especialmente las experiencias inmersivas las que resultan más efectivas: los proyectos de equipos multiculturales o las estancias internacionales fortalecen la inteligencia cultural de manera duradera.
Lo que revela un estudio de estudiantes de ingeniería
La inteligencia cultural concierne a la gran mayoría de los estudiantes, llamados a aprender y trabajar en entornos multiculturales. Teniendo esto en cuenta, realizamos un estudio con estudiantes de ingeniería que se desplazaban internacionalmente para comprender cómo esta experiencia podría fortalecer su inteligencia cultural.
En concreto, evaluamos su inteligencia cultural mediante un cuestionario científicamente reconocido que se administró dos veces: antes de su salida y al regresar de la movilidad. Esta metodología longitudinal permite comparar los niveles inicial y final y medir la evolución de las diferentes dimensiones de la inteligencia cultural.
Los resultados son claros: la movilidad internacional mejora significativamente la inteligencia cultural, especialmente entre aquellos que habían viajado poco antes o que no se abrieron espontáneamente a otras culturas. En otras palabras, cuanto más “novato” seas, más progresarás. Es lo que llamamos “el efecto de la primera vez”: durante un primer contacto prolongado con otra cultura, cada uno se ve obligado a revisar sus puntos de referencia.
Estos resultados tienen implicaciones directas para la formación de estudiantes de ingeniería. La movilidad internacional no es sólo un activo a destacar en un CV: es una oportunidad única para desarrollar habilidades transversales que hoy en día son esenciales en el mundo laboral. Los empleadores esperan que sus empleados no sólo sean técnicamente competentes, sino también capaces de adaptarse a entornos multiculturales y cooperar eficazmente a través de fronteras.
Nuestros resultados van en la misma dirección que otras investigaciones que muestran que la inteligencia cultural va mucho más allá del marco de las estancias en el extranjero. Promueve la convivencia pacífica reduciendo los prejuicios, ayuda a cooperar mejor en el trabajo o los estudios y, finalmente, prepara a todos para evolucionar en entornos internacionales. Las escuelas y universidades desempeñan un papel clave: al desarrollar estas habilidades, ayudan a formar profesionales más adaptables, pero también a construir una sociedad más inclusiva.

