La pérdida invisible de agua: 1 de cada 10 litros se evapora en los embalses españoles
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En España, cada año se evapora un litro de cada diez almacenado en depósitos. Una pérdida invisible pero colosal, equivalente al 46% del consumo urbano del país.
España es uno de los países con mayor capacidad de regulación del agua per cápita del mundo. Su red de embalses puede retener un volumen equivalente a la mitad del caudal anual de todos los ríos de la península.
Esta infraestructura ha sido esencial para el desarrollo agrícola, energético e industrial durante el último siglo. El modelo está orientado principalmente al riego, que hoy consume alrededor del 80% del agua disponible. En sesenta años, la superficie regada se ha duplicado, de 1,8 millones de hectáreas en 1960 a 3,7 millones en 2018.
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España es uno de los países con mayor capacidad de regulación del agua per cápita del mundo. Su red de embalses puede retener un volumen equivalente a la mitad del caudal anual de todos los ríos de la península.
Esta infraestructura ha sido esencial para el desarrollo agrícola, energético e industrial durante el último siglo. El modelo está orientado principalmente al riego, que hoy consume alrededor del 80% del agua disponible. En sesenta años, la superficie regada se ha duplicado, de 1,8 millones de hectáreas en 1960 a 3,7 millones en 2018.
La paradoja del agua almacenada
Esta inmensa capacidad de almacenamiento esconde una paradoja hidrológica: almacenar agua significa perderla. Según un estudio publicado recientemente por nuestro equipo de investigación, cada año se evapora casi el 10% del volumen almacenado, o aproximadamente 2.000 hectómetros cúbicos, el equivalente a cinco presas de Yesa o cuarenta y siete presas de Pajares llenas al 100%.
Desde 1961, las pérdidas acumuladas superan los 114.000 hm³, un volumen comparable al aporte total de la cuenca del Ebro en diez años. A pesar de su magnitud, esta pérdida aún no se tiene en cuenta en los ciclos de planificación hidrológica.
Cuanto más lleno está un tanque, más agua pierde
El análisis de 362 embalses, que representan el 94% de la capacidad total, revela un aumento continuo de las pérdidas de alrededor de 27,7 hm³ por año entre 1961 y 2018. En las últimas dos décadas, las pérdidas anuales han superado los 2.600 hm³, lo que convierte a la evaporación en un elemento estructural –hasta ahora ignorado– del balance hídrico nacional.
Este aumento no se debe tanto al cambio climático sino al efecto combinado de la ampliación de la red de presas y el volumen de agua almacenada. La influencia del crecimiento en el número y tamaño de las presas fue 22 veces mayor que la del clima, y la del volumen almacenado, 7 veces mayor.
Cada hectárea de superficie de agua actúa como un intercambiador directo con la atmósfera: debido a la topografía, cuanto más lleno está un embalse, más aumenta su superficie expuesta y mayores las pérdidas. A esto se suma la creciente capacidad de la atmósfera para retener vapor de agua a medida que se calienta, lo que aumenta las tasas de evaporación.
En las cuencas del Júcar y del Segura, las más secas, la proporción evaporada entre 1961 y 2018 superó el 11% del agua almacenada, frente a una media nacional del 8,3%.
Un coste invisible y proyecciones preocupantes
La evaporación media anual —en torno a 2.000 hm³— equivale al 46% del consumo urbano español. Su coste económico se estima en 800 millones de euros al año. Hidrológicamente, esto representa una reducción efectiva de los recursos disponibles, pero esta pérdida no aparece en la planificación hidrológica 2022-2027, que aún no tiene en cuenta la evaporación como variable de ajuste.
Los modelos climáticos para el escenario de altas emisiones (SSP5-8.5) predicen un aumento del 35% en las pérdidas por evaporación a finales de siglo, hasta alcanzar casi 3.000 hm³ por año. En este contexto, la porción evaporada podría alcanzar el 20% del agua almacenada, más del doble del promedio histórico (1961-2018); es decir, dos litros de cada diez perdidos.
Las cuencas del Guadiana, Tajo, Ebro y Duero parecen las más vulnerables, por su alta capacidad de retención y el aumento de las temperaturas, con pérdidas previstas entre 600 y 700 hm³ al año.
Cuando la cura se convierte en el problema
El modelo tradicional, basado en aumentar la capacidad de almacenamiento para hacer frente a las sequías, está resultando ineficaz en un clima más cálido y seco, donde la demanda evaporativa de la atmósfera sigue creciendo. En estas condiciones, los embalses pierden parte de su papel estratégico: una fracción del agua simplemente se evapora.
Ante esta situación, es necesario integrar la evaporación en el balance oficial de recursos y redefinir la gestión de los embalses. Mantener niveles de llenado intermedios, reducir la duración del almacenamiento durante los meses más calurosos y aplicar tecnologías de supresión (como cubiertas flotantes, películas monomoleculares o estructuras de sombreado parcial) son posibles soluciones técnicas, especialmente para presas pequeñas.

También se propone introducir «créditos de evaporación» en los sistemas de asignación de agua, de modo que las pérdidas atmosféricas se integren en el precio del agua y fomenten su reducción.
Una fuga estructural en el sistema
La evaporación de los embalses se ha convertido en una de las principales causas de pérdida de agua en España, comprometiendo la seguridad hídrica, el suministro agrícola y la producción hidroeléctrica.
Desde el punto de vista hidrológico, la observación es clara: el agua almacenada no siempre está disponible. Una parte importante se evapora y regresa a la atmósfera, cerrando el ciclo de forma ineficaz para usos humanos.
En un país cada vez más cálido y con caudales reducidos, la gestión del agua ya no puede limitarse a retenerla: es necesario medir, contabilizar y reducir las pérdidas generadas por el propio almacenamiento.
Integrar la evaporación en la planificación hidrológica no es un detalle técnico, sino una condición estratégica para asegurar la coherencia y sostenibilidad del sistema hidrológico español en un contexto de calentamiento acelerado.

