¿Las luces navideñas te hacen feliz?
2
Cada año, durante 4 a 6 semanas, las ciudades y pueblos de Occidente se iluminan para las fiestas. Y Barcelona no es una excepción. Incluso aumentó su presupuesto de iluminación este año.
Por Antonio Manuel Peña García,
Así describió Ramón del Valle-Inclán, en La lámpara maravillosa, la experiencia casi mística que vivió una tarde en la catedral de León. Una percepción fascinante que ilustra este extraño fenómeno llamado sinestesia: Surge entonces la pregunta: ¿la luz siempre huele a rosas? ¿O podría evocar también Navidad y recuerdos felices?
La carrera por las luces navideñas
Cada año, las ciudades compiten en su imaginación para iluminar la temporada navideña. Así, Puente Genil, en la provincia de Córdoba, arrancó encendiendo sus decoraciones el pasado 14 de noviembre. Pero fue rápidamente superada por Vigo, cuyo emblemático alcalde, Abel Caballero, inauguró dos días después un espectáculo de luces con 11 millones de LED. Auténtico atractivo turístico y motor económico, estas suntuosas iluminaciones se han convertido en una seña de identidad de la ciudad gallega.
Detrás de esta magia de las luces se esconde una compleja realidad científica. El impacto energético, aunque reducido gracias a los LED, sigue siendo significativo: por ejemplo, la iluminación navideña de Granada consume 193 kW, el equivalente a 200 microondas funcionando simultáneamente a máxima potencia. Pero la luz, dispersada en todas direcciones por la atmósfera, también provoca contaminación lumínica. Este fenómeno altera los ritmos biológicos de los seres vivos, afecta las observaciones astronómicas y provoca un desperdicio de energía.
Un efecto en nuestro bienestar… y nuestro estrés
Si bien las luces navideñas pueden ser deslumbrantes, no están exentas de efectos secundarios. Demasiada luz, especialmente cuando entra a nuestros hogares, puede alterar nuestros ciclos de sueño-vigilia al inhibir la producción de melatonina y aumentar la de la hormona del estrés, el cortisol. Sin embargo, los científicos coinciden en que en los espacios públicos esta iluminación festiva estimula más que afecta negativamente.
A pesar de estas reservas, es innegable que la luz tiene un poder unificador y eufórico. Eleva el espíritu, evoca recuerdos felices y es irresistiblemente atractivo. Ciudades como Madrid están redoblando esfuerzos para que nadie se vea privado de estos momentos mágicos. Pero ¿cuánta luz es suficiente para crear este sentimiento de felicidad? Esta cuestión sigue siendo un misterio que la ciencia todavía está intentando resolver.
Así, la iluminación navideña, si bien exige un uso responsable de los recursos, sigue siendo un elemento clave de este periodo festivo. Despiertan nuestros sentidos, despiertan emociones y, sobre todo, nos recuerdan que, a veces, la luz es todo lo que necesitamos para sentirnos un poco más felices.